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Su carrera artística comenzó con tan solo siete años, a pesar de que su padre, Juan Pantoja, nunca quiso que su hija Maribel, como era conocida cariñosamente entre sus familiares y amigos, fuera artista.
Pero la verdad es que Maribel llevaba el arte en las venas desde que nació y no dejaba de imitar a su madre, Ana Martín, que era una bailaora perteneciente al elenco de Juana Reina. Cuando la veía bailar y cantar, a Isabel se le empezaban a mover los dedos de los pies.
La suya era una familia humilde y trabajadora y la suya era una verdadera vocación. A los siete años pisó por primera vez un escenario. Fue en el teatro sevillano de San Fernando, donde actuaba su padre.
Como le tiraban más el baile y el cante que los estudios, abandonó la escuela a la edad de 14 años. 1969 sería un año decisivo en la vida de Isabel. Fue en esta fecha cuando fue a Palma de Mallorca a pasar unas vacaciones con su abuelo. El abuelo de Isabel, 'El Pipono de Jerez', un cantaor gitano, intermedió para que Isabel fuera contratada en el cuadro flamenco familiar.
Poco después y todavía en Mallorca, Isabel participó en el disco de su primo Antonio Cortés, más conocido como ‘Chiquetete’. Sin embargo entonces atraía más bailar que cantar a Isabel. Ser una gran bailaora era su sueño.
Y puso todo su empeño para conseguirlo, preparación y constancia.
Como todo tiene un precio, pronto se acabaron los juegos infantiles para ella. Tocaba trabajar duro. Cuando se acabó el contrato de Palma, el grupo al que ya había pasado a formar parte Isabel retorna a Sevilla.
De la mano del empresario Baldomero Negron, que recomienda a la artista al compositor Juan Solano y al compositor Rafael León, Isabel empieza a trabajar en el tablao ‘El embrujo’, situado en un pueblo cercano a la capital sevillana, tocando palmas y bailando por 250 pesetas al día. Quien cantaba era su primo Antonio.
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